En el norte del continente domina la tundra, compuesta fundamentalmente de musgo, líquenes y plantas muy resistentes al frío. Más al sur dominan los bosques de pinos, abetos, haya, roble y olmo, que se conservan casi íntegros en la península Escandinava y el norte de Rusia. Sin embargo, en el resto de Europa ha disminuido notablemente la cubierta arbórea, debido a la intensa explotación económica de los bosques y el intento de ganar tierras para el cultivo. Se han repoblado numerosas zonas, con el fin de atajar el descenso de la cubierta arbórea. En las regiones montañosas predominan las coníferas, y en la Europa Mediterránea la vegetación característica es el bosque de encinas castaños o alcornoque, que se caracteriza por su adaptación a las prolongadas sequías. En esta región la deforestación provocada por la presión demográfica y los incendios forestales se ha convertido en un grave problema ecológico, y ha ocasionado la aparición de una vegetación arbustiva en la que predominan especies como la jara, espliego y romero, que tampoco es inmune a la progresiva desertización.
La fauna también ha sufrido las consecuencias de la intensa explotación del terreno, de tal manera que el número de grandes mamíferos, como el oso, el alce, el ciervo y el lobo, se ha reducido considerablemente. Tan sólo en las regiones menos densamente pobladas de Escandinavia y Rusia se conserva una población abundante. Entre los pequeños mamíferos abundan el conejo, la liebre, la ardilla, la comadreja, el hurón y el zorro, y en cuanto a las aves, cabe citar algunas especies autóctonas del continente, como el halcón, águila, ruiseñor, búho, pinzón, cigüeña o gorrión.