Mexico 1968


Los Juegos del Black Power

Si los Juegos Olímpicos anteriores se habían celebrado en tiempos de relativa paz internacional, los de México 68 lo fueron en un periodo de enorme efervescencia política y social: Estados Unidos estaba inmerso en problemas raciales y en la guerra del Vietnam. La URSS acababa de invadir Checoslovaquia para reprimir la violencia anticomunista, y el ejemplo del Mayo del 68 francés ‘amenazaba’ con extender las corrientes contestatarias por el mundo. Los tres acontecimientos se reflejaron en los Juegos.

jueolim1968El último de ellos puso en peligro la misma celebración olímpica. En Mexico una gran manifestación sobre todo juvenil contra la corrupción gubernamental, acabó reprimida a tiros por el ejército en la Plaza de las Tres Culturas, con centenares de muertos. Los Juegos Olímpicos celebrados en México han pasado a la historia principalmente por dos motivos. Por un lado, los extraordinarios registros conseguidos en atletismo, favorecidos por la altitud a la que se encuentra la capital azteca. Y por otro, la polémica suscitada por la campana que los atletas estadounidenses de raza negra protagonizaron reclamando la igualdad en su país. La celebración de los Juegos llegó a correr peligro debido al reflejo que tuvo en México el mayo del 68 francés. El COI, sin embargo, no lo tomó en cuenta y el 12 de octubre se inauguraron los Juegos. Por primera vez una mujer, Enriqueta Basilio, encendió el pebetero.

El primer acontecimiento se reflejó en el fenómeno del ‘Black Power’. La población negra de Estados Unidos estaba en práctica rebelión reclamando sus derechos civiles, pocos meses antes de los Juegos había sido asesinado el líder pacifista Martin Luther King y los atletas negros estadounidenses, la mayoría, realizaron acciones de protesta como dar la espalda a a su bandera y bajar la cabeza en las entregas de medallas. Algunos fueron expulsados, pero el resto del equipo se solidarizó con ellos.

Caslavska, la novia de México

La invasión soviética de Checoslovaquia creó una de las estrellas de los Juegos: la gimnasta checa Vera Caslavska, que había sido perseguida por ser opositora al gobierno impuesto por los soviéticos. Ganó cuatro medallas de oro y se metió al público en el bolsillo al ejecutar los ejercicios de suelo con música mexicana. Antes de los Juegos las polémicas se basaban en la idoneidad de la altura mexicana para las competiciones, aceptándose que ayudarían en las pruebas largas pero perjudicarían a las de esfuerzo prolongado. En el primer caso, la altura pudo ayudar al récord de salto de longitud conseguido por Bob Beamon: 8,90 metros, que duraría 23 anos. También se mantuvo durante 19 el de Lee Evans en 400 metros, con 43.86. Protagonista fue también Dick Fosbury, que impuso el estilo de salto de longitud que aún hoy se practica. En Mexico 68 se implantaron también los controles antidoping y de sexo para las mujeres.

Los espanoles volvieron sin medalla por segundos juegos consecuivos, aunque hubo actuaciones destacadas en natación, siendo Mari Paz Corominas la primera española en entrar en una final (7a en 200 espalda). Santiago Esteva fue quinto en la final masculina. Manuel Santana y Manuel Orantes jugaron la final en uno de los dos torneos de exhibición de tenis qeu se disputaron. Sin embargo, se celebró en Guadalajara ya que el COI no quiso mantener a los profesionales cerca de los amateurs.

El ‘vuelo’ de Bob Beamon

Los Juegos Olímpicos de México’68 siempre serán recordados como los Juegos de los saltos, porque en ellos tuvieron lugar dos de los momentos más estelares de la historia olímpica. Uno fue el salto de Fosbury en altura -del que trataremos más adelante en este serial- y otro fue el de Bob Beamon en longitud.

Beamon fue un atleta estadounidense cuya mejor marca antes de México’68 era un 8’33m. Habitualmente no pasaba de los 8’22m. De hecho, sólo ganó una medalla olímpica, pero significó mucho en la historia del deporte. El oro vino acompañado de un salto histórico que pulverizaba el anterior récord del mundo por más de medio metro (55cm).

La fecha fue el 18 de agosto de 1968. Un día plomizo. Beamon, que llevaba un gran año, había accedido a la final el día anterior sufriendo, ya que había realizado dos primeros saltos nulos. Una vez entre los mejores, llegó el gran momento. En su primer intento se elevó como nunca y cayó cerca del final de la arena. Él sabía que había sido un gran salto , posiblemente para asegurar el oro.

Sin embargo, resultó ser una hazaña tan increíble que nadie podía creérselo. Ni el propio Beamon ni los jueces, que retrasaron mucho el anuncio del salto entre otras cosas porque los sistemas de medición no llegaban hasta tan lejos. Midieron varias veces, discutieron entre ellos y vieron que la velocidad del viento era la permitida. 8’90m que derrumbaron de la emoción al nuevo héroe y que supuso la admiración de todo el mundo, incluso de sus rivales, que llegaron a decir que había «destruido la prueba».

Beamon intentó un nuevo salto que se quedó en 8’03. Ya no lo intentó más. sabía que lo que había hecho era suficiente. Nunca volvió ni a acercarse a tan fabulosa marca y vivió de ella para siempre. De hecho, ya nunca más volvería a saltar por encima de los 8 metros.

Su salto fue considerado como el ‘salto del siglo’, algo que casi se cumple literalmente porque estuvo vigente hasta 1991 cuando, primero Carl Lewis con 8,91m (con más de 2 m/s de viento a favor) y justo a continuación Mike Powell con 8,95m pulverizaron su marca en los Mundiales de Tokio. Exactamente fueron 22 años, 10 meses y 22 días los que duró su récord.

Desde su salto se acuñó un nuevo término en inglés, el ‘beamonesque’, para resumir una hazaña espectacular, algo fuera de lo normal.


Dick Fosbury revoluciona el salto de altura para siempre

  • Dejó a todos boquiabiertos al ser el primero en saltar de espaldas.

  • Logró el oro y se retiró con sólo 21 años.

  • Desde entonces no se salta de otra manera.

Los Juegos de México’68 dieron muchos instantes para el recuerdo: el ‘Black Power’ (del que hablaremos en otra entrega de este serial), la ‘caída’ de Bikila, el cuarto oro seguido del discóbolo Al Oerter… Pero, sin lugar a dudas, fueron los Juegos de los saltos. Tanto de longitud, donde Bob Beamon pasó a la historia por dejar una marca que perduraría 23 años, como de altura, donde un estadounidense llamado Dick Fosbury cambiaría para siempre la rutina de su disciplina.

Fosbury se presentó en el país azteca con la intención de hacerlo lo mejor posible. Hasta ahí todo normal. Pero lo que nadie esperaba era verle actuar de una forma poco natural que dividió a la gente entre los que le consideraban un excéntrico… y los que directamente creían que estaba chiflado.

Hasta ese momento, todos los saltadores de altura de la historia habían aprendido la técnica de saltar hacia adelante, encogiendo todo lo posible las piernas para superar el listón: los llamados el rodillo ventral, el rodillo occidental o el estilo tijera. Pero Fosbury pensó que había una forma mucho más efectiva. Así, tomaba carrerilla de forma transversal al objetivo y, poco antes de llegar a él se giraba y saltaba de espaldas. Es lo que se llamó el ‘Fosbury Flop’.

Lo que hoy en día es algo normal, pues todos los deportistas de la disciplina lo hacen así, en aquel momento parecía una locura. Nadie había visto nunca un salto igual, salvo en EE.UU., donde no se compartía la técnica de Fosbury. Porque el bueno de Dick ya usaba esa fórmula siendo estudiante en la Univerisad de Oregon, para ganar en 1968 el título universitario de Estados Unidos usando su nueva técnica y para hacer lo mismo en las pruebas de clasificación a los Juegos de México.

Fosbury se convirtió en la atracción de la prueba. Ya nadie quería ver a otro saltador que no fuera ese rubio pecoso que acabó demostrando que su técnica era muy válida, puesto que logró la medalla de oro con 2,24m derrotando incluso al gran favorito, Gavrilov, que se quedó en 2,20m. Sólo le faltó batir el récord del mundo , el cual intentó poniendo el listón en 2,29m, pero no lo consiguió.

Lo más curisoso es que a Fosbury, que contaba por entonces con 21 años, no se le volvió a ver saltar de aquella manera ni de ninguna otra. Dejó su sello en aquellos Juegos para que a partir de entonces fueran los demás quienes le imitaran. Tras conquistar el oro anunció en rueda de prensa su retirada porque su objetivo era «quedar entre los cinco primeros. No estoy preparado para el triunfo y me voy».

Fosbury cumplió y se fue, pero dejó una herencia eterna porque desde entonces no se salta de otra manera. Y él ya está en paz: «La popularidad actual de mi estilo es un premio maravilloso a cuanto tuve que aguantar al principio. El salto de espaldas ya lo practicaba en el instituto y todos se reían de mí, considerándome un chiflado y algunos como un ‘snob’ por salirme de las normas conocidas. Hasta que gané en México’68 pasando a la categoría de héroe».


El ‘Black Power’ de México’68

  • Los afroamericanos Tommie Smith y John Carlos protestaron de una manera muy peculiar desde el podio en favor de los derechos civiles de los negros.

  • Alcanzó una reacción a nivel mundial.

  • Fueron criticados en su país, al igual que su acompañante en el podio, el australiano Peter Norman.

20120809_blackYa hemos visto algunos momentos que destacaron en los Juegos Olímpicos de México’68 como los saltos de Bob Beamon y Dick Fosbury o el medio fracaso de Mark Spitz . Sin embargo, hubo un acto no deportivo que tuvo una enorme relevancia politico-social a nivel mundial: el saludo ‘Black Power’ de los afroamericanos Tommie Smith y John Carlos como protesta en favor de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos.

En los años 60 hubo movimientos en favor de estos derechos, con dos cabezas visibles como Malcom X y Martin Luther King. Unos meses antes de los Juegos de México, este último fue asesinado -como le pasó al primero cuatro años antes-, lo que encrespó más los nervios de la comunidad negra estadounidense. El sociólogo Harry Edwards, de raza negra, que había fundado entonces el Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos, aprovechó un acontecimiento de tal magnitud para pedir a los deportistas negros que se reivindicaran.

En un principio se habló de boicotearlos, pero luego se pensó que era mejor ir y utilizarlos como herramienta de protesta global. En la Villa Olímpica, los negros norteamericanos y algunos blancos lucían pegatinas en favor del movimiento. El primer día de competición hubo algunos que subieron al podio descalzos con calcetines negros, como en la prueba de 100 metros, aunque no se les prestó mucha atención.

Pero quienes mejor expresaron la protesta fueron Tommie Smith y John Carlos . El 16 de octubre del 68 subieron al podio de los 200 metros lisos como primero y tercero, respectivamente. Y lo hicieron descalzos y con la pegatina, pero con un guante negro cada uno. Smith, además, portaba un pañuelo oscuro en el cuello que representaba el orgullo negro y Carlos llevaba el chándal abierto como solidaridad con los obreros estadounidenses, así como un colgante por los que fueron linchados o asesinados por el color de su piel. Y al sonar el himno de los Estados Unidos, bajaron la cabeza y levantaron el puño en el que portaban el guante.

La idea original de Smith y Carlos era llevar cada uno un par de guantes, pero el segundo se los olvidó en su habitación. El compañero de ambos en el podio, el australiano Peter Norman, que también llevó la pegatina pro Derechos Humanos, les dio una idea : que uno llevara el guante derecho y el otro el izquierdo, a pesar de que el saludo Black Power se hiciese siempre con la derecha. Sea como fuere, se trató de un claro ejemplo de protesta en favor de la raza negra y alcanzó nivel mundial . «Si gano, soy americano, no afroamericano. Pero si hago algo malo, se dice que soy un negro. Somos negros y estamos orgullosos de serlo. La América negra entenderá lo que hicimos esta noche», dijo Smith.

El revuelo fue tal que se les silbó al bajar del podio y, más tarde, el COI decidió expulsarles de los Juegos por reivindicación política, algo que consideraron «inapropiado». Sin embargo, su gesto no fue en balde. Los tres medallistas de 400 metros, todos estadounidenses, lo repitieron. Hasta Bob Beamon se sumó tras su impresionante salto. El COI ya no se atrevió a echar a nadie más.

Ambos atletas fueron criticados en su país, además de perseguidos y amenazados de muerte . Smith dejó de competir para acabar jugando al fútbol americano en los Cincinnati Bengals. Carlos continuó un poco más hasta que hizo lo mismo que su compañero en los Philadelphia Eagles. Su mujer se suicidó ante las presiones que sufrieron.

Norman también tuvo problemas . Le negaron la participación en los siguientes Juegos pese a lograr plaza y se le marginó hasta caer alcoholizado y morir de una parada cardiaca en 2006, con 64 años. Ni siquiera se acordaron de él en los Juegos de Sídney 2000 y tuvieron que ser los Estados Unidos quienes le invitasen cuando se enteraron de que su país había renunciado a hacerlo. Su tiempo de 20.06 de la final olímpica del 68 sigue siendo el récord australiano en 200 metros. Smith y Carlos portaron su féretro el día de su entierro.

Aquéllos fueron, sin duda, los Juegos del Poder Negro , tanto por sus reivindicaciones políticas como por las deportivas, dominando las pruebas de fondo con los africanos -que, aunque no participaron en la protesta, ayudaron con sus victorias-, las de velocidad y el salto de longitud. Aquel gesto de Tommie Smith y John Carlos sentó las bases de la igualdad entre blancos y negros.

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