Bikila inaugura la ‘era africana’
Tras varios intentos fallidos, Roma se convirtió por fin en sede olímpica en 1960. Pese a que fue Roma quien enterró los Juegos Olímpicos clásicos, los italianos hicieron lo posible por unirlos a su propia antiguedad clásica. Así, junto a varias instalaciones innovadoras, se habilitaron edificios romanos como las Termas de Caracalla, sede de gimnasia, o la Basílica de Majencio, para lucha. El maratón partió del Capitolio para, tras recorrer las principales calles de Roma, llegar a la meta ubicada en el Arco de Constantino, junto al Coliseo. El papa Juan XXIII recibió a los participantes y siguió las pruebas de remo, ubicadas en el Lago Albano, junto al palacio papal de Castelgandolfo. El dinero para las obras olímpicas salió del Totocalcio, las quinielas italianas.
Los Juegos de Roma no conocieron, por fin, grandes sobresaltos mas que algunos anecdóticos derivados de una cierta atmósfera festiva. En la ceremonia inaugural la primera vuelta la dio un espectador anónimo, que corrió por toda la pista sin que los guardias reaccionasen hasta que volvió a las gradas, donde lo protegió el resto del público. Un motorista anónimo también acompanó con su Vespa a Abebe Bikila , el vencedor del maratón, en los últimos metros…
Bikila fue el gran protagonista de los Juegos. El atleta etíope simbolizó el despertar olímpico de Africa, muchos de cuyos países acababan de conseguir la independencia. Ganó el maratón corriendo descalzo -no encontró zapatillas con las que se sintiera cómodo, aunque las buscó- y, simbólicamente, lanzando su ataque final frente al obelisco de Axum, expoliado por Italia a su país. Otros grandes momentos olímpicos fueron el duelo en el decatlón entre el estadonidense Rafer Johnson y el taiwanés C.K. Yang, el triunfo en los 100 metros femeninos de la estadounidense Wilma Rudolph, paralítica en su infancia, o del local Berrutt en los 200 rompiendo el dominio USA. En las piscinas, la estadounidense Dawn Fraser conquistó tres otros siendo, de nuevo, los máximos medallistas tres gimnastas: los soviétios Boris Shaklin y Larissa Latynina y el japonés Takeshi Ono.
España, gran delegación y pocos resultados
España desplazó a Roma la representación más numerosa hasta ese momento: 143 atletas y un número similar de dirigentes. La representación femenina fue también la más numerosa, con 11, participantes en natación, gimnasia y esgrima. La única medalla fue la propició el hockey hierba donde la selección conquistó el bronce al derrotar a Inglaterra por 2-1, primera de una ‘dinastía’ que subiría varias veces al podio, en hombres y mujeres.