Seoul 1988


jueolim1988Samaranch acaba con los boicots y llega el doping

Por segunda vez, el continente asiático era el elegido para acoger unos Juegos Olímpicos. En esta ocasión la ciudad seleccionada fue Seúl. Fueron muchos los problemas surgidos a raíz de conocerse su elección, sobre todo por las diferencias políticas existentes entre Corea del Norte y del Sur. La propia situación interna de Corea del Sur tampoco era la más propicia, sobre todo tras el asesinato de su máximo dirigente Park Chong Hee. Finalmente, el alcalde de la ciudad logró convencer al nuevo presidente, Roh Tae Woo de que unos Juegos podían promover la paz dentro de la península coreana. El ejemplo de concordia quedó perfectamente reflejado con la presencia de Estados Unidos y el bloque soviético en los recintos deportivos. Tras doce anos, se volvían a medir en unos Juegos, dejando atrás la diferencias ideológicas y políticas.

Los buenos oficios diplomáticos de Juan Antonio Samaranch consiguieron que en Seúl 88 se pusiera fin a la guerra de los boicots. Hubo un cierto peligro de que el bloque comunista quisiera continuar con el mismo porque la sede estab en Corea del Sur, enfrentada a la comunista Corea del Norte, que reclamaba la coorganización. Sin embargo, las exigencias coreanas acabaron siendo demasiado radicales, y desaconsejaron que la URSS se comprometiese demasiado con ellas.

De cualquier modo, el esfuerzo de Corea del Sur en cuanto a seguridad en los Juegos fue comparable al organizativo. En el primer apartado, más de medio millón de militares propios y de Estados Unidos, además de decenas de miles de policías, blindaron los Juegos. Los mismos tuvieron, además, la contestación de grupos estudiantiles que protestaban contar el régimen autoritario imperante. En el segundo, dos recintos brillaron por encima del resto: el Seúl Sports Complex con una extensión cercana al millón de metros cuadrados, integrando el estadio olímpico, los palacios de baloncesto y boxeo, y las instalaciones para la hípica y el béisbol, y el Olympic Park, con la piscina olímpica, un gimnasio, el velódromo y los pabellones para la esgrima y la halterofilia.

La labor de Samaranch por integrar al mundo profesional en el olimpismo dio un gran paso adelante con la inclusión de los tenistas pertenecientes a la ATP y WTA. La alemana Steffi Graf, que ese ano había conquistado el Grand Slam, se impuso en el torneo femenino.

Sin embargo, los Juegos de Seúl 88 fueron marcados por la aparición a gran escala del dopaje. El canadiense Ben Johnson, el gran rival de Carl Lewis, ganó los 100 metros con un espectacular tiempo de 9.79 segundos, pero después dio positivo en el control antidoping por una sustancia anabolizante, estanozolol. Johnson fue desposeído de sus medallas. No dio positivo la estadounidense Florence Griffth-Joyner, oro en 100, 200 y 4×100, y plata en 4×400, pero con grandes sospechas sobre ella por el desarrollo de su musculación y la rápido de su progresión. Diez anos más tarde falleció repentinamente. Sospechas de dopaje hubo también, aunque estas eran tradicionales, sobre muchos deportistas de la RDA, sobre todo con las nadadoras, entre las que Kristin Otto ganó seis medallas de oro. En baloncesto, los Estados Unidos no lograron siquiera estar en la final, que disputaron la URSS de Sabonis y la Yugoslavia de Drazen Petrovic. con triunfo de los primeros.

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Primeras medallas españolas en tenis y natación

La cosecha española de medallas, ya sin boicots, descendió hasta las cuatro. En vela, José Luis Doreste, en la clase Finn, fue oro. En tenis, la pareja de dobles formado por Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal se tuvieron que conformar con la plata, tras perder en la final ante Flach y Seguso. Sergi López en 200 metros braza y Jorge Guardiola en tiro al plato en la modalidad de ‘skeet’ completaron la lista de medallistas olímpicos con sendos bronces.


El doping que conmocionó al mundo

  • Ben Johnson pasó de rey de los Juegos de Seúl a gran tramposo en 48 horas.

  • La denominada ‘carrera del siglo’ quedó ensombrecida por el doping del canadiense.

En los tiempos que corren el dopaje está a la orden del día y ya no sorprende tanto ver una noticia de que tal o cual deportista se ha dopado. Pero en 1988 no era tan usual. La final de los 100 metros lisos de los Juegos Olímpicos de Seúl pasaron a la historia como la mejor carrera de todos los tiempos. 48 horas más tardes pasaron a la historia por el positivo de Ben Johnson.

En los ochenta había casos de dopaje, pero por entonces y, sobre todo en atletismo, de lo que se hablaba principalmente era de las excepcionales carreras y brillantes atletas de la prueba reina, los 100 metros. Carl Lewis era el rey de la velocidad tras coronarse en Los Ángeles. Johnson fue tercero en aquella final -también en el 4×100 en el que triunfó Lewis- y se prometió derrotar al ‘Hijo del Viento’ como fuese.

Antes de Seúl le batió varias veces, estableciendo un nuevo récord del mundo en 1987. Lewis empezó a hablar ya, sin acusar a nadie directamente, de que había atletas que se dopaban y que había que perseguirlos. Al estadounidense le acusaron de no saber perder y que dejara de culpar si no tenía pruebas.

Después de tres años de dura preparación y carreras espectaculares, llegó el gran día. 24 de septiembre de 1988 . El mundo se para por la gran final de los 100 metros. Era el momento estrella de los Juegos de Seúl. El resto de pruebas se paralizan en el estadio para asistir al duelo más encarnizado.

Por la calle 3, Carl Lewis. Por la 6, Ben Johnson. También optan a la victoria el británico Lindford Christie y el norteamericano Calvin Smith. Salida válida. Comienzo igualado hasta un poco antes de la mitad de la carrera. A partir de ahí, se empieza a destacar Johnson, que abre un hueco inalcanzable. Llega a meta sobrado con 9,79 -nuevo récord del mundo- y destronando al rey de Los Ángeles, levantando el brazo derecho y mirando hacia la calle de Lewis antes de entrar en meta, como si quisiera decir «ahora mando yo». Ganó con una superioridad inesperada -algo parecido a lo que hizo Usain Bolt en Pekín- y eso que estábamos ante ‘la carrera del siglo’, con cuatro hombres por debajo de 10 segundos.

Johnson pasa al primer plano mundial, mientras que se califica a Lewis como el gran derrotado. Sin embargo, 48 horas después , todo cambia. Se hace oficial que el canadiense ha dado positivo en el control antidopaje por estanozolol, un anabolizante que potencia la masa muscular. Se llegó a hablar de complot: supuestamente le habían echado algo en unas cervezas que bebió antes para poder orinar y dar su muestra al servicio antidopaje. Pero al final Johnson confesó que se había dopado para vencer a Lewis y que llevaba haciéndolo varios años.

Fue despojado de su oro y, por consiguiente, del récord del mundo, que pasó a manos de Lewis, quien de esta forma revalidaba el título logrado cuatro años antes. Fue suspendido por dos años. Regresó y estuvo en Barcelona’92, aunque no pudo clasificarse para la final de los 100 metros porque en la semifinal se tropezó en la salida y quedó en último lugar. Ya no volvió a ser el mismo.

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