La Difusión del Neolítico 6000 a.C. – 2000 a.C.


Desde Turquía, el neolítico llegó al sudeste de Europa en el VI milenio y fue avanzando de este a oeste, y es la península balcánica la que ofrece los yacimientos de mayor antigüedad. El Danubio fue la ruta natural por la que el neolítico penetró hacia Europa central y occidental. Durante mil quinientos años sólo se extendió por la zona meridional europea, de clima más templado. A través del estudio de las formas y decoraciones de las cerámicas se puede ir siguiendo el camino de esta difusión, no sólo por tierra sino también por mar, ya que la otra gran ruta de expansión fue por vía marítima, a lo largo de las costas e islas del Mediterráneo.

En una segunda fase, la civilización neolítica llegó a regiones más septentrionales y occidentales, de clima más húmedo y frío, con lo que se produce una modificación en las especies de plantas y animales domesticados. A fines del V milenio, la cultura neolítica se había extendido por toda Europa, y empiezan a aparecer entonces síntomas de tensiones: algunos poblados se rodean de empalizadas, otros se emplazan en alturas escarpadas, a veces se detectan incendios importantes y se encuentran incluso cuerpos humanos con señales de violencia. Podrían tener relación con esto los cambios sociales, que se manifiestan -a través de la arqueología- con las primeras tumbas de jefes, con un ajuar mucho más rico que en el resto de enterramientos; en éstas aparecerán los primeros objetos de metal, como hachas o agujas de bronce e incluso adornos de oro. El mismo significado podría tener la construcción de las primeras tumbas megalíticas, los dólmenes, construidas para un núcleo familiar reducido o para un solo individuo. Estas grandes obras funerarias, de madera en sus orígenes, se construyeron luego con bloques de piedra cada vez más grandes y se recubrían con un túmulo de tierra. Los rituales que se realizaban a la entrada de estos monumentos indican que se convirtieron en centros ceremoniales relacionados con el culto a los antepasados y, de forma indirecta, con la vinculación del grupo a un espacio físico determinado. Así lo confirman la abundancia e importancia de estas construcciones en zonas de mucha densidad demográfica, con posibles tensiones, como ocurriría a orillas del Atlántico, en la actual Bretaña francesa.

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Hacia el 2000 a.C., estas élites sociales estaban definitivamente consolidadas y basaban su poder en el control del comercio de los primeros metales, puesto que a partir de esta fecha debemos ya hablar de edad del cobre o calcolítico en lugar de neolítico.

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