La Expansión Fenicia por el Mediterráneo


Las fuentes antiguas hacen remontarse el inicio de la expansión fenicia por el Mediterráneo a fechas muy tempranas. Las tradiciones griegas situaron la fundación de las primeras colonias fenicias después de la caída de Troya, que se data en 1184 a.C. Tras las convulsiones que dieron lugar al derrumbamiento de la civilización micénica, los fenicios tendieron una amplia red de relaciones con el mundo egeo, que sufría un profundo retroceso cultural y económico, de ahí que las fuentes antiguas sitúen el comienzo de los contactos entre griegos y fenicios en dicha época.

El conocimiento de los astros y una serie de mejoras técnicas en la construcción de barcos permitieron a los fenicios emprender un proceso de expansión que acabó configurando una verdadera talasocracia que sustituyó a la micénica. La expansión se produjo a través del entramado de islas que jalonan el Mediterráneo. A partir de sus bases continentales, los fenicios tendieron una cabeza de puente en Chipre, de donde pasaron a Roda, que fue su puerta al Egeo. Desde allí se dirigieron a la isla de Creta, que utilizaron como trampolín hacia las islas del Mediterráneo central. Malta, Sicilia, Gozo, Pantellaria y Lampedusa fueron colonizadas por navegantes fenicios. La costa norteafricana y la isla de Cerdeña fueron sus objetivos posteriores. Finalmente, los fenicios se aventuraron hasta las Baleares y de allí pasaron a dominar el Estrecho de Gibraltar, en cuyas orillas establecieron numerosas factorías.

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Chipre fue el primer objetivo de esta expansión. La primera colonia fenicia en dicha isla fue Kition, al parecer fundada por gentes de la ciudad de Sidón en época muy antigua. A esta primera fundación siguieron las de Idalion, Tamassos, Golgoi, Marion y Lapethos. Las colonias chipriotas tuvieron un papel muy activo en el proceso de colonización de otros ámbitos. Junto con Rodas, las ciudades chipriotas fueron los principales centros de producción manufacturera de los productos “orientales” (cerámicas, bronces, joyas, muebles…) que se distribuían por todo el Mediterráneo. La situación geográfica de la isla la convirtió en el núcleo del comercio marítimo del Mediterráneo oriental, posición que conservó a pesar de las tribulaciones políticas por las que atravesaron las ciudades de la costa fenicia a través del tiempo.

Desde principios del siglo VIII, se produjo en el Mediterráneo occidental la llegada de grupos de población fenicia que se establecían a lo largo de las rutas de navegación que conducían a las dos principales reservas de metales de Occidente: Cerdeña y Tartessos. Las fuentes historiográficas griegas situaron la fundación de las primeras colonias tirias en el Mediterráneo occidental -Gadir, Lixus y Útica- en torno a 1100 a.C., aunque los vestigios arqueológicos la sitúan más tarde, a principios de siglo VIII a.C.

En el Mediterráneo central y occidental, la colonización fenicia se desarrolló siguiendo una serie de fases. En un primer momento, las expediciones exploratorias establecieron pequeñas factorías comerciales, desde fines del siglo IX o principios del siglo VIII a.C. Más tarde, desde comienzos del siglo VII a.C., se produjo un proceso de emigración masiva de gentes provenientes de Fenicia que escapaban del terror de la conquista asiria y que procedieron al poblamiento de las antiguas factorías. Se produjo el crecimiento demográfico de los establecimientos ya existentes y la fundación de otros. Cartago y las colonias de Sicilia (Motya), Cerdeña (Sulcis, Caralis y Tharros) y del sur de la Península Ibérica (Gadir, Sexi y Toscanos, entre otras) experimentaron un gran crecimiento durante esta fase. Otras muchas colonias se fundaron, bien desde la propia Fenicia bien desde algunas de las grandes colonias, como Cartago o Gadir. Así, Leptis Magna o Sabratha, en la costa norafricana, o Ebusus, en las Baleares. Desde aproximadamente 600 a.C., se inició una nueva fase en el proceso de colonización, en la que las colonias fueron perdiendo progresivamente su vinculación a las ciudades cananeas orientales debido a la crisis que reinaba en aquella región. Chipre se convirtió en el principal nexo entre el Mediterráneo oriental y las colonias más occidentales.

Cartago, emplazada en una península del golfo de Túnez, fue fundada, según la tradición, en 814-813 a.C. por una facción de la aristocracia tiria. Su importancia se revela ya en su nombre: Qart-hadasht, que significa “capital nueva”. Fue sin duda la colonia fenicia más extensa y poderosa. Su superficie urbana fue comparable a la de las grandes ciudades de Oriente. Su densidad de población fue también muy superior a la del resto de las colonias fenicias. A mediados del siglo VIII a.C., había alcanzado ya su carácter de gran metrópolis comercial debido a su posición estratégica, ya que era paso obligado de las naves que, procedentes de Gadir, regresaban a Tiro. Cartago dominaba además las feraces llanuras interiores, que constituían una de las regiones agrícolas más importantes de África.

Cartago estableció una esfera de influencia con la fundación de otras colonias fenicias en Sicilia y Cerdeña. En Sicilia, la colonia fenicia más importante fue la Motya; emplazada en un islote frente a la ciudad de Marsala, al este de la isla, Motya dominaba el canal de Sicilia frente a Cartago, canal que constituia un enclave vital para la navegación. Motya reprodujo el tipo de asentamiento fenicio introducido en Occidente con la fundación de Cartago: una necrópolis de incineración situada al norte del islote, diversas dependencias mercantiles y portuarias, un templo, y un recinto sagrado o tofet en el centro de la ciudad. Motya, sin embargo, no se expandió hacia el interior de Sicilia, sino que se benefició de su posición estratégica que le permitía el acceso a las vías comerciales del mar Tirreno y la Italia peninsular.

En Cerdeña, la concentración de población fue muy importante. Los grandes centros portuarios, como Cagliari, Nora, Bithia, Sulcis y Tharros, en el sur y suroeste de la isla, fueron el núcleo de expansión fenicia hacia el interior durante los siglos VIII y VII, con el objetivo de controlar la producción agrícola y metalúrgica. Sulcis, por ejemplo, creó durante el siglo VII una amplia red de fortificaciones -Monte Sirai, Pani Loriga- destinada a garantizar el control sobre el territorio circundante rico en plomo y plata. La construcción de estos enclaves fortificados, fundados a veces sobre poblados devastados, sugieren que los fenicios practicaron una política de conquista violenta sobre la población autóctona.

La manifestación cultural más conocida de las colonias fenicias del Mediterráneo central fue el tofet, un recinto sagrado situado en la periferia de las colonias, donde se practicaban sacrificios humanos y se inmolaban niños en honor de la divinidad (Baal, Astarté o Tanit). Esta práctica tiene su origen en Fenicia e Israel, pero su máximo desarrollo se dio en Sicilia, Cartago y Cerdeña. Las tradiciones griega y latina posteriores denunciaron el sacrificio de niños, sobre todo primogénitos de las familias más ilustres de la ciudad. El sacrifico humano en Cartago parece que estuvo relacionado con los grandes magistrados y príncipes de la ciudad, debido a la identificación antigua entre el concepto de ciudadanía y la ofrenda de sacrificios, que monopolizaba la clase dirigente.

En el Mediterráneo occidental, Gadir desempeñó el mismo papel que Cartago. Su influencia se extendió desde Ibiza, posiblemente una fundación gaditana de los siglos VIII-VII a.C., hasta Lixus y Mogador, en la costa atlántica marroquí. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C., pobladores fenicios procedentes de Gadir se establecieron en diferentes puntos de la isla de Ibiza. El asentamiento de Gadir estaba emplazado en la isla más pequeña (Erytheia) de un archipiélago que hoy se encuentra unido a tierra formando la península de Cádiz. Los objetivos de Gadir eran canalizar las riquezas procedentes de su territorio inmediato -Tartessos- y controlar el acceso a la ruta atlántica a través del estrecho de Gibraltar, donde los fenicios obtenían estaño, oro y marfil a través de la colonia de Lixus, que conducía directamente a unos territorios interiores ricos en marfil, oro, sal, cobre, hierro y plomo. Más al sur, la isla de Mogador estaba situada en aguas ricas en pesca y atún. Gadir mantuvo una intensa explotación de la plata tartésica, exportada a Oriente y a Grecia en lingotes. La importancia de Gadir no radicó tan sólo en su monopolio sobre la plata de Tartessos, sino también en su célebre templo de Melqart, cuyo prestigio está recogido en todos los escritores clásicos del mundo antiguo. El dios Melqart, más tarde asimilado a Herakles-Hércules, era el patrón de Tiro y, por tanto, el representante de la monarquía tiria en Gadir.

Para facilitar los contactos con el valle del Guadalquivir y el área tartésica, Gadir creó a principios del siglo VIII un puerto continental situado en la desembocadura del río Guadalete, hoy en la Torre de Doña Blanca. Existen además numerosos asentamientos fenicios localizados entre Almería y el río Guadalhorce, en Málaga. En esta región se ha localizado la mayor concentración conocida de colonias fenicias arcaicas de todo el Mediterráneo occidental. Estas pequeñas colonias se situaron en las desembocaduras de los principales ríos de la Andalucía oriental, lo que permitía a sus pobladores dominar las vías de penetración hacia las vegas de Granada y Almería y explotar los valles de aluvión que garantizaban el abastecimiento agrícola. Uno de los enclaves más importantes fue el del Cerro del Villar, en la desembocadura del río Guadalhorce, en la actual Málaga.

Los yacimientos arqueológicos muestran que allí se desarrolló una industria especializada en la producción de ánforas y grandes contenedores. El enclave dominaba la entrada hacia las campiñas de Sevilla y Córdoba (es decir, Tartessos) y desarrolló una agricultura intensiva de regadío. Por otra parte, la minería intensiva alrededor de la región de Huelva requirió grandes cantidades de madera como combustible, lo que produjo un intenso proceso de desforestación. Otros asentamientos cercanos, como el de Toscanos o el de Sexi, tenían este mismo carácter de colonias agrícolas y centros especializados en la producción y almacenamiento de mercancías destinadas al comercio con las poblaciones indígenas del interior.

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