El Reino de Pérgamo


Pergamo a la vez que una ciudad de la antigua región de Misia, en Asia Menor, también dada nombre al Reino. Según la tradición griega, fue fundada por un hijo de Pirro o por unos griegos procedentes de Epidauro, aunque en realidad los primeros pobladores de Pérgamo fueron indígenas que sufrieron un proceso de helenización. Hasta la época helenística, Pérgamo no fue más que una pequeña ciudad sin demasiada importancia, pero uno de los sucesores de Alejandro Magno, el general Lisímaco, decidió guardar sus tesoros obtenidos en las campañas persas en la acrópolis de Pérgamo. Lisímaco confió su fortuna a Filetario, quien le sucedió como gobernante de Misia y Tróade. Con Filetario se inauguró en el año 280 a.C. una dinastía que continuó en la persona de su sobrino Eumenes I, rey entre los años 263 y 241 a.C. Si bien el reinado de Eumenes I fue una etapa pacífica en la que el naciente reino pudo prosperar, su sucesor, Atalo I Sote, se vio inmerso en diferentes conflictos que le enfrentaron con los gálatas y con Antíoco III, rey de los Seleúcidas. En ambas campañas resultó victorioso el rey de Pérgamo, añadiendo a sus territorios el noroeste de Asia Menor. Tras la victoria sobre los gálatas, Atalo decidió levantar un monumento conmemorativo en el que se manifestase el estilo de la escuela escultórica de Pérgamo, entre cuyos miembros se encontraban Antígono Isígono, Firómaco y Estratónico. Así pues, se levantó el famoso Altar de Pérgamo, con un friso monumental de más de dos metros de alto y en el que se desarrolla el tema de la Gigantomaquia, es decir, la lucha de Zeus y Atenea con los gigantes, a lo largo de 144 m de largo. Posteriormente Atalo se alió con la República Romana.

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Eumenes II, sucesor de Atalo, es considerado como el inventor del pergamino, que constituyó una verdadera revolución en el ámbito de los materiales de escritura de la antigüedad. Además de esta importante aportación, Eumenes se encargó de la construcción y dotación de una de las bibliotecas más importantes del mundo antiguo, ya que llegó a contener aproximadamente 200.000 volúmenes, de manera que sólo la extraordinaria biblioteca de Alejandría podía comparársele. Asimismo, durante su reinado se llevó a cabo la construcción de murallas alrededor de la ciudad de Pérgamo. Su nieto, Atalo III, legó en su testamento el reino de Pérgamo a sus aliados romanos, hecho que puso punto final a la existencia de Pérgamo como estado independiente. Sin embargo, esto no significó que disminuyera el prestigio de la ciudad, que era conocida en todo el mundo mediterráneo gracias no sólo a su pergamino, sino también a sus ungüentos. Así, Plinio la denominó la ciudad más celebrada de Asia. Entre los años 53 y 57 de la era cristiana, san Pablo visitó la ciudad, en la que la comunidad cristiana debía de ser floreciente, ya que es mencionada años después por san Juan en su Apocalipsis. Durante la Edad Media, bizantinos y musulmanes se disputaron la ciudad, que fue conquistada por los turcos seleúcidas en el año 1304.

Fuente: Espasa, Heritage-History

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