El Reino de los Ávaros: Origen y Destrucción


Los Ávaros fueron un antiguo pueblo de origen caucásico, originario de las estepas centroasiáticas, que emigró hacia occidente cuando se produjo el colapso del reino de los hunos en el siglo VI d.C. No existen datos claros acerca de sus orígenes. Durante algún tiempo se les consideró un pueblo del grupo tungúsico o mongol, pero hoy en día se tiende a adscribirlos a la etnia de los turcos o de los iranios, ya que se conocen algunas palabras de su lengua que parecen estrechamente vinculadas con la lengua turca.

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Su primigenio asentamiento se hallaba en el norte del Mar Caspio. Hacia el siglo V de nuestra era conformaban un importante imperio en los confines de la meseta del Turquestán, el cual, ayudado por la valía militar de sus jinetes, sostuvo varios enfrentamientos con el poderoso Imperio Chino. En las primeras décadas del siglo VI, al igual que ocurrió con otros pueblos bárbaros, la presión de los hunos les hizo emigrar hacia el oeste a través del Cáucaso, estableciéndose en la región del Volga.

Los ávaros se enfrentaron a otro pueblo, los lombardos, establecidos en la Panonia mediante un foedus ‘acuerdo’ con el Imperio Bizantino, lo que les llevó a sitiar Constantinopla por mar en el año 526. En estos años, la política de expansión de los ávaros tuvo como objetivo la Península Balcánica. Posteriormente, hacia el año 565, se establecieron en la cuenca panónica y en la baja Estiria, desde donde lograron dominar también el territorio comprendido entre la margen izquierda del Danubio y el río Tisza. El momento culminante de su dominio llegó en el año 582, cuando conquistaron, en el este, el importante enclave de Sirmium (en las cercanías de la actual Belgrado), y, por el oeste, se hicieron con la ciudad de Tréveris, antigua sede de la Prefectura del Pretorio romano. Desde el año 582, los jinetes ávaros dominaron la zona del centro de Europa y establecieron un poderoso reino independiente, asestando continuos golpes al reino franco, que lindaba con su territorio por el oeste.

En su momento de máximo esplendor, el reino de los ávaros se extendía desde el Adriático hasta el Báltico, y desde el río Elba hasta el Dnieper. Aliados con algunos grupos alanos, llegaron hasta a enfrentarse al Imperio de Oriente, y a atacar Constantinopla en los años 619 y 626. El emperador Heraclio pudo, sin embargo, rechazarlos hacia el noroeste en el año 640.

En el año 680, la rebelión y emancipación de los búlgaros, dirigidos por su caudillo Kubrat, marcó el inicio de la disolución del reino ávaro. Como consecuencia de sus dificultades en el este, los ávaros se lanzaron entonces contra Occidente, y llegaron a constituir una seria amenaza para Italia y para el reino franco. Pero fueron vencidos y obligados a bautizarse por Carlomagno en el año 791. Aunque protagonizaron una fuerte sublevación en el 799, volvieron a ser derrotados y a entrar en un rápido proceso de disolución y asimilación por los francos.

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