El Origen del Tercer Reich 1933-1945


En 1933, Adolf Hitler fundó el Tercer Reich y auguró que el nuevo Imperio alemán duraría un milenio. Años antes, en 1921, al convertirse en presidente del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores (NSDAP), Hitler había redactado un programa en el que defendía la idea de una sola patria para todos los alemanes, la recuperación de las colonias perdidas, el fin del sistema parlamentario y la germanización de Alemania mediante la “limpieza” de los elementos extranjeros o “impuros”. Con este programa, el partido nazi se convirtió en la década siguiente en una de las fuerzas políticas más importantes de una Alemania castigada y resentida por las condiciones de paz impuestas por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial en el Tratado de Versalles.

Deutschesreich1939

El 30 de enero de 1933, el presidente federal, Paul von Hindenburg, encomendó la cancillería y la formación de gobierno a Hitler, quien en los meses anteriores había llegado a acuerdos con banqueros e industriales para hacerse con el poder, a cambio de la renuncia a cualquier veleidad socialista de su programa político. Hitler sustituyó su discurso populista de reformas sociales por una política de rearme y relanzamiento industrial. El 27 de febrero, poco antes de unas elecciones en las que se preveía la ascensión de las fuerzas de izquierda, los nazis incendiaron el Reichstag de Berlín y atribuyeron los hechos a anarquistas y comunistas. Ésta fue la excusa utilizada por Hitler para decretar la suspensión de las garantías constitucionales, la ilegalización del Partido Comunista Alemán y el inicio de la represión ultraderechista. En las elecciones de marzo siguiente, los nazis consiguieron la mayoría parlamentaria por un estrecho margen de votos.

Mediante una alianza con el Partido Nacional de Hugenberg, Hitler consiguió la aprobación en el Parlamento de la Ley de Autorización, que le concedía plenos poderes. Ello equivalía al establecimiento de una dictadura nazi. La autonomía administrativa de los estados de la federación (Länder) fue suprimida, según el programa de total centralización del régimen nacionalsocialista. Hitler puso en marcha la “coordinación por la fuerza” (Gleichschaltung), el proceso de igualación y germanización de Alemania, que incluía la represión y eliminación de cualquier forma de disidencia. Los instrumentos de la represión fueron la nueva policía secreta (Gestapo), los Tribunales del Pueblo y un sistema de campos de concentración (que posteriormente se convertirían en campos de exterminio) para el confinamiento y eliminación de los disidentes. Desde abril de 1933, el régimen nazi decretó el boicot nacional contra los judíos, al tiempo que el Ministerio de Propaganda difundía un brutal discurso antisemita. Fueron suprimidos los sindicatos y encarcelados los principales líderes del movimiento obrero. En junio fue ilegalizado el Partido Socialdemócrata (SPD) y el NSDAP se convirtió en el partido único de Alemania. Finalmente, el 30 de agosto, en Nüremberg, Hitler proclamó el inicio de su Imperio de los mil años, el Tercer Reich, destinado a realizar el destino histórico de Alemania como dominadora del mundo y culminación del proceso iniciado por el canciller Bismarck.

En el verano de 1934 tuvo lugar la “Noche de los cuchillos largos”, la gran purga dentro del partido nazi y del ejército destinada a eliminar a todos los elementos sospechosos de tendencias socialistas, especialmente a la cúpula de las “fuerzas de combate” nazis (SA). El 1 de julio de 1933, Hitler decretó el fin del pago de las reparaciones de guerra impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles. En agosto, la muerte de Hindenburg permitió a Hitler asumir la presidencia y convertirse en jefe del Estado, haciéndose proclamar Führer (‘Guía’) de Alemania por el ejército.

En lo económico, Hitler se mantuvo fiel a sus pactos con los grandes capitalistas alemanes. Su política económica se caracterizó por una rigurosa planificación, dirigida a relanzar la industria pesada alemana y a favorecer un rearme acelerado. La puesta en marcha de la industria armamentística tras el parón de la posguerra, la imposición del servicio militar obligatorio y la acometida de grandes obras públicas hicieron posible un descenso vertiginoso del paro. Al mismo tiempo, Alemania recuperó su posición de gran potencia militar europea. Hitler preparaba así su “guerra total”, mediante la cual la Gran Alemania impondría su yugo al resto del mundo.

El Estado proyectado por Hitler tenía como objetivo último proporcionar al pueblo alemán su “destino histórico”: el dominio sobre el mundo tras deshacerse de todos sus lastres. Ello implicaba conseguir la pureza de la raza aria, cuyo mejor exponente era el pueblo alemán, según los ideólogos nazis. Se procedió a la eliminación de todos los elementos de mestizaje y de “degradación” de la raza. En especial, de los judíos, convertidos en víctimas de un programa universal. Hitler proclamó su proyecto de unir a todos los alemanes bajo el Tercer Reich y puso en circulación la idea del Lebensraum, el “espacio vital”, una proclama expansionista que no podía ponerse en práctica sin perturbar el orden internacional salido de los acuerdos de Versalles. El establecimiento de pactos de alianza y no agresión con Stalin y la indiferencia de las democracias occidentales facilitaron los proyectos de expansión territorial del Führer. En 1939, el ejército alemán invadió Austria y Hitler proclamó su anexión (Anschluss) al Tercer Reich. Poco después, los alemanes ocuparon los Sudetes, la región checa de lengua alemana. El siguiente paso fue la invasión de Polonia. En seis años, Hitler había lanzado a Alemania a un proyecto imperialista de proporciones europeas, ante la contemplación inerte de las potencias democráticas occidentales. Finalmente, la agresividad del expansionismo alemán provocaría el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939.

En el primer año de la guerra, la mayor parte de Europa había caído bajo dominio alemán. Sin embargo, en 1941 fracasó la ofensiva alemana contra la Unión Soviética, mientras la situación interior en Alemania se degradaba rápidamente debido a los bombardeos aliados y al colapso creado por la guerra. El régimen siguió aumentando su producción armamentística, a fuerza de emplear en la industria bélica la práctica totalidad de las fuerzas productivas y humanas del país y de los territorios conquistados. Todo ello no impidió la progresiva erosión del régimen nacionalsocialista, merced a sus derrotas militares frente a los aliados y al estrangulamiento de la economía alemana. Pese a que Alemania había perdido la guerra ya a fines de 1944, Hitler se negó a asumir su derrota. En abril de 1945, con los aliados a las puertas de Berlín, Hitler se suicidó. Con él pereció el Tercer Reich.

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